miércoles, agosto 22, 2007

RÉPLICA

Escribo esto a manera de remezón personal y colectivo. Un remezón que nos trae la muerte que siempre que aparece es ineludible, aparte de inexpugnable. A casi una semana de luto por la tragedia que nos toco vivir no puedo dejar de temblar. La humanidad, esa vasta reina del mundo, reina supuesta, se vio vulnerada una vez más por la naturaleza, una naturaleza que no hace comparaciones, que no tiene jerarquías, que no tiene clase social. Pero donde pisamos, producto de nuestras políticas, siempre el más golpeado es el pobre, y aquí no hay vuelta que darle.
La preguntas comunes por estos días son: ¿sentiste el terremoto?, ¿dónde te agarró el terremoto? Y para llevar razón yo tendría que responder, primero, que sentí el terremoto un día y medio después del suceso; sí, un día y medio después cuando pude ver las imágenes desgarradoras que nos presentaba la televisión: el sur destruido, acabado, convertido en un páramo de gente casi fantasmal, o de almas en pena. Y, segundo, tendría que decir que el terremoto me cogió en el alma, sí, en lo más profundo del alma: no podía, supongo que no se puede, dejar de sentir dolor, miedo, angustia, junto a aquellos que estaban dentro del televisor y que yo sentía tan cercanos.
No puedo, no podemos dejar de identificarnos. En una de las primeras imágenes se nos presentó a una niña recostada en una pared al costado del cadáver de su padre, la niña en silencio, lo único que hacía, lo único que podía hacer era llorar . En otra, una madre clamando por el hijo muerto, “era todo lo que tenía señorita, lo único que tenía señorita, no sé mi casa señorita, qué será mi casa señorita, esto era lo único que tenía”, repetía frente a las cámaras de televisión, mirando de vez en vez a su hijo. Ahora mientras escribo y recuerdo estas imágenes me retumba una frase de nuestro poeta: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte…”.
En otra imagen que no puedo dejar de mirar interiormente como las demás, una familia va a enterrar a cincuenta personas, más o menos, que más da, de su propia familia, “fuimos a misa joven, una misa de un tío, y todo comenzó a temblar bien feo, joven, y ya cuando salí toda la iglesia se había caído y me acordé de mi mamá, joven, mi mamá estaba adentro y yo no pude sacarle, me tiré frente a los montones de tierra y no pude hacer nada, joven, me eché a lloras nomás joven, pida ayuda para sacar sus cuerpos, con las manos solamente no podemos”, habla un muchacho con un periodista. Y a uno el dolor se le viene encima, y otra vez, la voz de nuestro poeta: “y es que tú no tienes Marías que se van…”
Para terminar, sigamos con la voz de nuestro poeta, ahora nos toca unirnos a todos, frente a la desgracia, frente a la muerte: “Hay hermanos tanto por hacer”. Para echar a la muerte que se ha sentado en nuestra mesa, unamos nuestras manos, comamos juntos, hagamos comunidad, que es lo que significa comer juntos. ¡Ayudémonos! Entonces, el cadáver, por fin podrá: ¡“echarse a andar…”!

viernes, agosto 10, 2007

SOLITATIS

La “soledad” es sustantivo femenino y no creo que sea casualidad (digo, salvando a Saussure), es un decir. Es femenino porque suele ser, en mi caso, buena compañía, o mejor, buena compañera. He aprendido a conocerla y apreciarla, me ha acompañando largo y tendido en días desasosegados, terribles, bajoneados. Y vaya que me ha servido y hasta consolado. Con ella puedes gritar hasta destrozar tus propios tímpanos y no se queja; estoica te escucha. A ella le puedes contar mil historias, falsas o verdaderas, llenas de rencor o amor, llenas de esperanza o muerte, y tiene la capacidad de solo escuchar, y no reprocharte nada, y lo mejor es que de verdad te escucha, te presta atención, te oye.
Pero, a veces, sucede que uno ahuyenta a la soledad, ella no quiere irse, pero uno la ahuyenta o permite que otros la ahuyenten; y se va. La soledad sabe cuando irse, cuando es necesario dejarte sólo, y ahí, no hay nadie que la detenga, ella es comprensible y sabe lo que hace. Pero lo malo es que hay momentos que es necesaria y nosotros la ahuyentamos, y ahí, ahí sí que viene un despelote interno y a ver quién nos libra. La soledad solo puede ser negativa cuando alguien se siente sólo estando acompañando. La soledad es la voz de uno acallada, es un grito silencioso, sincero y, claro, menos mediático. A la soledad hay que arruyarla, y también hay que saber vivir sin ella.

Pero sobre todo la Soledad tiene una finalidad, una de las más apreciadas: la Soledad te ayuda a olvidarlo todo para recordarlo para siempre…

jueves, agosto 02, 2007

RESACA DE FIESTAS PATRIAS

Las naciones son comunidades imaginadas (ya lo ha explicado, y bien, Benedict Anderson). El Perú es una nación representada en una imagen que no es verdadera. Los peruanos no somos lo que decimos que somos y mucho menos lo que hacemos. Detentamos una república democrática y hemos vivido la mayor parte sumergidos en dictaduras. En un país en el que conviven diferentes culturas, lo que menos aceptamos es la diferencia. Pero igual, festejamos con pompas a nuestra patria. Lo que deberíamos hacer es comenzar a repensar nuestro país.
El mensaje de la nación de nuestro presidente comenzó con un “mea culpa”, y terminó con una lista soporífera e interminable de “logros” que no se sienten, al menos, en la mayoría de los peruanos. Otra vez, una representación falsa, venida de las más altas esferas del poder. Nos enorgullecemos de nuestro arte culinario, pero olvidamos que la mitad de la población vive, literalmente, a pan y agua. El poder político-militar se mostró en un desfile cuyo único logro fue malograr la pista de una transitada avenida que costará, para repararla, al erario público la suma de 350 mil soles.
Es bueno dar razón de las alegrías, pero es mejor comprometerse en la esperanza. Hay que repensar la nación no solo económicamente, sino culturalmente. En un país fundamentalmente heterogéneo tenemos que aprender a respetar las diferencias. El otro, el próximo, el prójimo debe ser, en principio, nuestra patria. No nos abstraigamos tanto, pisemos tierra, defendamos y amemos nuestra tierra en nuestros semejantes…

Si la patria es la "tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”, como señala el DRAE: mi patria mi familia, mi patria mis amigos...