miércoles, julio 18, 2007

CUENTITO



VIAJE


Me preparé para el viaje (hace como dos años que me di cuenta que ya no puedo viajar a lugares, ahora viajo a humanos). Así, que me fui a visitar a Huancayo a un amigo: uno de los mejores que me quedan, y más humanos y más entrañables y más desconocidos. Soporté estoicamente y con poca impaciencia las seis horas de viaje y la altura varias veces andada. Al llegar, él ya me esperaba. Me ayudo con mi bolso de mano y subimos a su carro. Llegamos rápido a su casa. Dejé mi bolso en el porche, y aproveché para lavarme el rostro y tomar un refresco. Salimos, hábito ineludible, hacia el centro de la ciudad. Allí comencé a tomar mi función de copilotísimo de un solo consejo: “acelera, huevón, acelera”. El tránsito era insoportable; los atolladeros se daban en cada cuadra, en cada media cuadra. La gente había aumentado como en una invasión. El viaje comenzó a hacerse pesado. Entonces, comencé a notarlos: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… “La cagada”, le dije, “seis embarazadas en una sola calle”. Apareció la séptima, “siete, el deshueve”, dije en voz más alta. Él me miró y dijo: “con razón me sentí abrumado con tanta voluptuosidad”. Nos quedamos un rato callados, intentando que la lentitud del viaje, el atolladero, no nos impregnara de mal humor. Tratando de evitar el tránsito, volteamos hacia otra calle. Allí, de nuevo: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… “siete chinos en una sola calle”, dije, “ya esto es el superdeshueve”. Él miró por la ventana comprobando mi hallazgo y me dijo: “ya notaba que la calle era muy estrecha”. Pensando por qué diablos tantas coincidencias, enrumbamos hacia la calle principal. Allí noté que todo estaba invadido de unas horribles luces de neón avisando toda clase de negocios. Le hice ver que esto afeaba notablemente la ciudad. Él me dio la razón disertando largo sobre el tema. Se notaba que no sólo le molestaba, sino que le dolía. Coincidimos en la idea de dejar el carro en alguna cochera para poder continuar más rápido nuestro recorrido. Volteamos hacia una calle paralela y nuevamente: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… “me cago”, dije, “seis cojos en una calle, ya esto supera el exotismo, esto es realismo puro, huevón…” Busqué desesperadamente al séptimo cojo y nada, nada. Él miró hacia la calle y me dijo: “ya notaba que me faltaba algo”. Al llegar a la cochera, fastidiado por no haber encontrado a mi séptimo cojo, al que completara mi historia; reparé en que no me había dado cuenta en qué momento la cabra se trepo en los asientos traseros del carro. Ella sola, se abrió la puerta, bajó, nos miró con cara de agradecimiento y caminando en dos patas se fue.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola pablo me da gusto saber de ti y de tus cuentitos, sigue así sin pestañear y te manifiesto que seré uno de tus lectores y espero que un día! que ese viernes 13 lo usemos como justificación para reunirnos hasta un 14 o 15 ok suerte y sigue escribiendo que nosotros seguiremos leyendo.

Demis……………! hyo - peru